El año 2020 no sólo ha sido un año marcado por la pandemia global, sino que también ha sido el aniversario del Porsche 911 Turbo, uno de los más míticos Porsche de la historia. Desde la marca pensaron que no existía un embajador mejor que Walter Röhrl para conmemorar la saga en una carrera de aceleración.
Todo empieza en el año 1975, por aquel entonces la generación del 911 era el 930, coche del que el propio Walter Röhrl se enamoró y no dudó en hacerse con uno en 1979. Se trataba del máximo deportivo desarrollado por Porsche con 260 CV (que para la época eran palabras mayores), caja de cambios manual de cuatro marchas y sin ningún tipo de asistencia al conductor más allá de sus manos y pies.

El mismo Röhrl reconocía que se trataba de un coche con estética de ensueño por su anchura en el tren trasero, las llantas Fuchs y el inminente alerón que presidía la zaga, además de un reto ideal para los conductores expertos por la enérgica entrega de potencia de su motor.

Tras el 930, apareció el 965 que a pesar de tener un motor boxer un tanto anticuado de 3,3 litros, ofrecía por primera vez asistencias a la conducción como era el sistema de ayuda a la frenada ABS y la dirección asistida. Más tarde se renovó el motor pasando a ser un 3.6 Turbo que ofrecía 360 CV. Se trataría entonces del Porsche 911 Turbo soñado.

En el año 1995, Porsche sorprendió con el lanzamiento del 993. Se trataba del primero con tracción total, algo que a nuestro protagonista seguro que le alegró. El Porsche 911 Turbo 993 se convirtió en un superdeportivo, no sólo porque debido a la tracción integral, permitió desarrollar un motor con 408 CV, sino que tecnológicamente supuso un salto enorme. Este modelo equipaba un eje trasero Weissach, doble turbo y en lugar de una distribución fija, el nuevo embrague viscoso permitió un sistema de distribución de potencia variable.

Después de esta revolución apareció el “patito feo” de los 911. Y es que esta terminología se ha utilizado hasta nuestros días por no equipar los míticos faros redondos y en su lugar los conocidos como “huevos fritos”, algo que ahora empieza a suponer un atractivo y está en constante revalorización.
Su lanzamiento en el año 2000 supuso otra evolución que quedó en segundo plano debido a su atrevido diseño. Lo cierto es que era revolucionario en todos los aspectos, por primera vez se recurrió a la refrigeración líquida y para mejorar el sistema de frenado, aparecieron los famosos PCCB o discos carbocerámicos. Se hacía palpable la experiencia de Porsche en el mundo de la competición y el motor de 420 CV era prueba de ello. Se ofreció con cambio automático o cambio manual.

Tras el rechazo al diseño del 996, en el año 2006, Porsche lanza la generación del 997 y vuelve a su estética original, la cual se ha mantenido hasta hoy. Por fin se alcanzó la cifra de los 500 CV, que además equipaba el innovador cambio de doble embrague PDK. Este modelo lo calificó Röhrl como “magníficamente analógico”.

La siguiente generación fue la 991, que como novedad equipaba el eje trasero direccional y unas cifras de 540 CV y 700 Nm de par. A pesar de ser el que podríamos calificar como el Porsche 911 Turbo perfecto, la evolución no quedó ahí.

Este pasado año se lanzó el Porsche que dejó mudo al gran Walter Röhrl. El Porsche 911 Turbo 992 ofrece 650 CV y 800 Nm de par, pero lo impresionante de este modelo es su comportamiento dinámico. Röhrl lo definió como “ausente de sobreviraje y subviraje, increíblemente rápido, ha mejorado una vez más en tantas variables que me deja casi sin palabras”.
Después de este breve repaso a la historia del Porsche 911 Turbo, la pregunta que nos surge es obvia. ¿Todavía puede ser mejor el 911 Turbo?.